En Perú, la religión ocupa un lugar de gran importancia en la vida de sus habitantes, entrelazándose con las expresiones culturales y culinarias que desempeñan un rol fundamental en sus costumbres.
Uno de los rituales más emblemáticos es la veneración a la sagrada imagen del Señor de los Milagros, una tradición ancestral que ha perdurado por siglos y congrega a miles de devotos.
El Cristo de Pachacamilla, un centro ceremonial de peregrinación y culto a la sagrada efigie del Cristo Moreno, no solo es conocido por los creyentes, sino que se considera un lugar de visita obligada para todos los peruanos.
Junto a él, el Museo del Señor de los Milagros de Nazarenas narra la historia y la devoción detrás de esta icónica imagen, albergando una valiosa colección de objetos religiosos, reliquias y obras de arte coloniales relacionadas con esta devoción que se remonta a siglos atrás.
En este recinto, los visitantes pueden sumergirse en la historia y la evolución de esta peregrinación, observando las ofrendas que los creyentes han dejado a lo largo del tiempo como muestra de petición o gratitud por los milagros concedidos.
Los vestigios conservados en el museo cuentan una historia escrita en la línea del tiempo, en la cual se destaca la pintura del Señor de los Milagros, realizada por un esclavo angoleño en el siglo XVII.
Además de la tradición religiosa, la culinaria también juega un papel importante. Durante los recorridos procesionales, los creyentes eran informados del recorrido de la réplica de la sagrada imagen por pregoneros, y en ese momento, aparecían las vendedoras de dulces potajes, como el turrón. Este icónico postre peruano ha estado ligado a la celebración de los milagros del Señor de los Milagros desde el siglo XVII.
SABOR Y CULTURA
Un lugar emblemático para degustar este turrón es la pastelería «La Abuelita Isabel», ubicada a pocos metros de la iglesia de Las Nazarenas. Desde 1947, Isabel, una emprendedora longeva, vendía este dulce en el mes de conmemoración del Señor de los Milagros.
Tras su fallecimiento, su nuera Nancy continuó con la tradición, atendiendo a cientos de clientes que buscan ese inigualable y auténtico sabor. Esta tradición de venta de turrones ha pasado de generación en generación, transmitiéndose de padres a hijos y de hijos a nietos.
La historia de «La Abuelita Isabel» comenzó con doña Isabel vendiendo turrones junto a la Iglesia del Señor de los Milagros, y con el tiempo, su carisma y la calidad de su producto le permitieron tener su propio quiosco. Con el respaldo de la hermandad del Señor de los Milagros, la familia de la Abuelita Isabel alquiló un local a tan solo una cuadra de la Iglesia de las Nazarenas, convirtiéndose en un lugar de referencia para los amantes de este dulce tradicional.
A pesar de los desafíos, como la ausencia de las procesiones debido a la pandemia, «La Abuelita Isabel» es un ejemplo de cómo las tradiciones religiosas y culturales en Perú coexisten y se complementan, enriqueciendo mutuamente la vida de sus habitantes.
La devoción al Señor de los Milagros y el amor por los turrones de la ‘Abuelita Isabel’ se fusionan en un rincón de Lima, creando una celebración única llena de pasión y tradición en la capital de la gastronomía.